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miércoles, 13 de septiembre de 2006

El IPC (2)

Soluciones, ya

El precio de un bien puede subir por varios motivos: porque lo quieran muchos consumidores (exceso de demanda), porque sea escaso en ese momento (escasez de oferta) o, simplemente, porque su coste de producción se haya encarecido.

La inflación galopante que estamos padeciendo desde hace un par de años se debe a los costes de producción. Las economías dependen del petróleo y cada vez es mayor la necesidad de obtener esta materia prima (exceso de demanda). A su vez, la oferta de este bien está limitada (escasez de oferta). Consecuentemente, sube el precio del petróleo y, automáticamente, se refleja en los costes de producción con lo que empiezan a subir todos los precios. La inflación está servida.

Es el momento de actuar. A los gobiernos les gusta diseñar planes que culminen en un cambio de rumbo en el mercado. Es de lo que se trata ahora: frenar la inflación. Instrumentos hay pocos pero lo más socorrido es subir los tipos de interés.

Se supone que lo de subir los tipos lo hacen para que compremos menos. Por poner un ejemplo, si uno tiene que pagar 60 euros más de hipoteca, tendrá que apretarse el cinturón. Así se reduce la demanda y los precios tienen que bajar. Sin embargo, cuando la inflación no es de demanda sino de costes, de poco o de nada servirá a largo plazo que nos suban los tipos de interés. He aquí el fallo.

De igual manera, cuando la inflación no es debida a la presión de los salarios (propia de un mercado de pleno empleo) sino más bien a déficits presupuestarios, subir los tipos no es la solución.

Señores políticos (los de la UE, en este caso): las presiones inflacionistas que estamos teniendo son consecuencia del precio del petróleo. Un ciego no lo ve. La solución pasa por potenciar las energías alternativas, asignatura que llevan ustedes suspendiendo desde hace más de 30 años. Intentar paliar este problema estructural con una política monetaria restrictiva es pan para hoy y hambre para mañana.

El problema, mucho nos tememos, es que los gobernantes siguen sospechosamente interesados en que dependamos de ciertas fuentes de energía.


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